domingo, 7 de marzo de 2010

A Rosario del Tala en su Bicentenario

Despejando el nativo la maleza
en un suelo selvático y bravío,
acunó expectante junto al río
la ilusión de un futuro de grandeza.

El murmullo silvestre y el lucero
son testigos silentes de una hazaña;
donde antes crecía la maraña
comenzó a crecer un pueblo austero.

Provenientes después del Viejo Mundo
arribaron ignotos inmigrantes,
inseguros – tal vez – pero anhelantes
de un destino pacífico y fecundo.

Con un gesto espontáneo y solidario
el extraño y el criollo armonizaron
y parejos esfuerzos realizaron
a la luz sacrosanta del Rosario.

Tierra noble feraz y generosa
Donde crecen ubérrimos trigales.
Tierra amada que inspira madrigales
Con la misma belleza de una rosa.

Presagiando un mañana de esplendores
tras el largo desvelo compartido
todo Tala festeja agradecido
el legado ejemplar de sus mayores.

Noviembre de l997

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