Debajo de la piel, como anidado
oigo el canto sereno de mi río,
el susurro silvestre del estío
y el solaz de un remanso apoltronado.
En su curso sin fin va tarareando
la belleza montés de la ribera.
La música que se oye desde afuera
es poesía en el alma navegando.
A pesar del ayer y la distancia
guardo fresca en la mente aquella instancia
de un coloquio a su vera con mi amada.
Como el río, también fluye incesante
el amor que nació en aquel instante
y desborda mi vida afortunada
lunes, 2 de junio de 2008
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