Hubo un tiempo -nos dicen- prodigioso
de las artes y letras encumbradas,
expresiones estéticas doradas
que recrearon un mundo luminoso.
Ese vasto mensaje de nobleza
resguardado en museos y anaqueles
no resigna su cetro de laureles
a tendencias de equívoca belleza.
El índice de Dios que da la vida
o la ilustre Piedad enternecida...
son modelos de ingenio transparente.
Seguirán más allá de nuestro paso
con la gracia imborrable y sin ocaso
como un canto a la vida refulgente.
martes, 3 de junio de 2008
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